viernes, 13 de agosto de 2010

I. Hugo, Tequila y Coyoacán

No tengo mucho tiempo ni inspiración para esto, pero definitivamente quiero empezar, me encanta dejar las cosas inconclusas.

Volví de todos los lugares en que estuve y a la vez no estuve y el que mejor me sedujo fue Coyoacán. No sé si porque estuve con Hugo o porque fui libre, pero sea como fuere estuve y estuve bien, más que bien diría yo.

No es este el lugar para agradecer el trato tan bueno del que fui sujeto, así que me lo ahorraré, pero tengo que hacerle mención honorífica, 'cum laude' y caravanas a mi buen Hugo que hacía ya muchas lunas no me tocaba ver. De verdad que más que el Tequila y la pizza disfruté su compañía y su ahora más madura personalidad.

Todo un caballero de estirpe guasavense, niegue a quien se lo niegue.

Pues todo comenzó cuando salí de la esclavitud de la osim (bueno, digamos que a base de mis mañas y talentos conseguí salirme un día antes que los demás y que Hugo pasara por mí al hotel). 'Y comenzó la aventura'.

Fuimos a Coyoacán y qué cosa más bella, fue como un pedacito del México viejo en medio de tantas prisas y smog. Con sus vendedores ambulantes acosadores, artesanos, piedras y metales.

No pude evitarme comprar un collar de turquesas, me confieso débil de carne ante las muy injustamente relegadas artesanías indígenas.