Hoy lunes 15 de octubre fue el Día de las Escritoras y aquí escribiendo, en un hotel de una ciudad al norte me percato de lo fácil que es ahora todo para mí: frente a mí tengo mi laptop, a un lado unos cigarros, una pequeña cafetera eléctrica y una taza de café. A mi derecha dos libros: La guerra contra las mujeres de Rita Segato y un poemario, Las otras sirenas de Silvia Mercedes Hernández-Mejía Tort que llevo conmigo como un amuleto: Silvia Mercedes no tuvo miedo de encarar la muerte con su pluma.
Hace más de un año que sólo leo mujeres por elección, sí, ha habido uno que otro colado pero el 99% de los libros que he pagado desde hace un año han sido escritos por mujeres.
Digamos que es mi pequeño homenaje y mi pequeña rebeldía: todo comenzó el día que al pisar una librería me planté frente a un estante de poesía buscando a alguna mujer y no encontré a ninguna, ni una sola, todos eran nombres masculinos y dos o tres anónimos. Nunca antes me había hecho ruido el hecho de leer varones, sólo varones.
¿Dónde estamos las mujeres? ¿las mujeres no escribimos? ¿escribimos sólo dramas y romances como dicen los hombres? A las pruebas me remito: las mujeres escribimos sobre amor pero también sobre la muerte; la salud, la enfermedad; la ternura y el desasosiego.
El miedo ha caído y como dijo Virginia Woolf: anónimo era mujer.