jueves, 19 de marzo de 2015

Para Natalia
Para mumu




Mágicas chispas arden en sus grupas tranquilas
y partículas de oro, como arena impalpable
alumbran vagamente sus místicas pupilas
Charles Baudelaire

La tristeza en los párpados del gato
la tristeza en sus mullidas ancas, en su cola,
la tristeza de andar sobre las bardas,
la tristeza de los pasos sin sonidos,
de los maullidos en celo,
la tristeza de los bigotes recortados, del tacto sometido
la tristeza de los gatos sin garras
de los gatos sin la pata trasera,
la tristeza de los gatos quemados con agua hirviendo
la tristeza del amo que no volvió a casa,
la tristeza del gato que espera tumbado mirando al sol
la tristeza del gato que se fue, del que regresó medio muerto
la tristeza de los dientes caídos, de los ojos perdidos,
la tristeza de los gatos que murieron arrollados,
de los que fueron ahogados, abandonados en sacos de tela vieja.
La tristeza de los primeros pasos,
de la gata al ser pisada,
la tristeza del felino grande que añora, en algún momento
haber sido como el félido casero, pequeño, equilibrado.

La tristeza del gato negro y mal augurio,
la tristeza del gato blanco sordo,
la tristeza de la gata de carey, tan fea
la tristeza del siamés, lánguido,
la tristeza del persa, deforme,
del devon rex, sin cola,
de las esfinges, que siempre pasan fríos.

La tristeza del ronroneo constante,
la tristeza del dolor inmenso,
la tristeza del amor de madre,
la tristeza del gato envenenado por la vecina
que se arrastró para morir fuera de casa.





Itzel Avilez, 2015

miércoles, 4 de marzo de 2015

Heme aquí que estoy y no
estoy,
contemplándote: pupilas dilatadas,
cabellos tornasol, ceniza en las manos.
Tu reflejo me mira y no me mira,
tu recuerdo raído en lontananza
me llama.
Añorándote diario
y tus manos de palomas que murmullan,
que lloran, que mueren, que vuelan
picoteando mis rincones: curiosas
inventándose desdenes: amadas.

Y heme aquí que estoy y no
estoy,
contemplándote: pupilas silenciosas,
como gato escurridizo entre los techos,
como canción sin palabras al alba,
como recuerdos chirriantes y oxidados,
como helechos olvidados y pacientes,
como navío quemado en tempestuosa marejada.

Heme aquí que estoy y no
estoy,
contemplándote: pupilas prístinas y horadadas
como mozuela virgen y descalza,
como deseo apagado a media noche,
como amante urgente y aterrada,
como vino precioso
como Santo Crisma
como Extrema Unción
como Cristo enardecido
como mar crucificado.

Y entonces heme aquí que estoy y no
estoy, 
contemplándote: pupilas de almendro y de miel,
de piano y saxofón desafinados,
de codos indefensos y talones desgastados,
iris de ruido de las pisadas de los gatos
y de las barbas de las mujeres como la cadena de Ymir,
del imposible de acercarnos y no despedazarnos al instante,
de mordernos
besarnos
penetarnos
olvidarnos
de tenernos y lanzarnos a los triángulos de la contemplación.

Heme aquí que estoy y no
estoy,
adorándote: pupilas desteñidas
pupilas heridas
pupilas abiertas
pupilas dilatadas
en tus ojos vigilantes,
desteñidos
aquejados, 
perseguidos,
enjuiciados.

Heme aquí que estoy y no
estoy,
contemplándote.